miércoles, 20 de enero de 2010

ELEMENTOS PARA EL ANÁLISIS DE LA COYUNTURA

(Documento elaborado en el marco del Encuentro Nacional Autonomista en Enero de 2010)

El presente documento no intenta más que entregar algunos elementos para el análisis de la coyuntura política, ejercicio que busca dar paso a una reflexión que nos permita enfrentar con mayor claridad y eficacia política los desafíos que nos plantea el Chile actual en el campo de la Educación Superior.


I. El proceso político en curso

Asistimos a un reordenamiento de la estructura de poder que rigió Chile desde el retorno a los gobiernos electos en urnas, estructura conocida como el “pacto de la transición”. El entendimiento de los dos bandos de la burguesía que se repartieron las riendas de la post-dictadura se traduce hoy en el ascenso al poder de la derecha, con la primacía interna de un renovado liberal-populismo por sobre un pinochetismo en decadencia. La Concertación, relegada ahora al papel de oposición, se sumerge en un escandaloso proceso de depuración interna, cruzado por precipitados intentos de refundación improvisada y espectáculos por parte de un débil y vacío progresismo que choca con el desplazamiento del centro de la coalición hacia la derecha política.

Habida cuenta del tipo de liderazgos políticos promovidos por la Concertación y del tono asumido por las últimas pugnas internas de la clase política dirigente, ambos de marcado carácter populista, el triunfo de Sebastián Piñera no se aparece como un giro sorpresivo sino más bien como la evolución natural del itinerario que el “pacto de la transición” diseñó para la post-dictadura. La despolitización de las relaciones sociales que anidan en la base de la sociedad chilena, sembrada por una Concertación tecnócrata a vista y paciencia de una izquierda estática y un movimiento popular profundamente desarticulado, aparece como la principal causante del arribo de la derecha al poder con una importante lealtad de masas.

La izquierda, en tanto, atraviesa por uno de los más hondos momentos de desorientación política en su historia. Dividida en torno a la táctica que debía asumir frente a la coyuntura electoral, postergó una vez más la posibilidad de proyectar una alternativa con vocación de mayorías que permitiera perfilar una agenda popular al ser cooptada por iniciativas que buscaban dotar de mayor fuerza al bando liberal-progresista de la burguesía dirigente en su enfrentamiento electoral con la derecha de Piñera. Si bien la estrategia del PC para poder acceder al Parlamento rindió frutos, lo hizo de la mano de una Concertación en descenso y luego de renunciar a conducir el latente descontento popular generado por el modelo neoliberal. Por su parte, los distintos grupos que la posición asumida por el PC disgustó, fueron utilizados como fuerza auxiliar de la aventura de Enríquez-Ominami para disputar la conducción del ciclo de renovación de la Concertación.

Como resultado del proceso político en curso, la posibilidad de subvertir las bases políticas y culturales en las que se sustenta la democracia antipopular chilena queda dificultada como nunca antes desde su existencia. En lugar de aprovechar los síntomas de agotamiento de este orden y sus equilibrios políticos para resituarse en las correlaciones centrales de fuerzas, la izquierda y el movimiento popular han terminado siendo agua para el molino de disputa por la “corrección del modelo” (forma vulgar de explicar el esfuerzo por viabilizar y re-legitimar socialmente la profundización capitalista), ya sea en su versión regulacionista (PC-Frei) o en su versión de apertura al nuevo empresariado (MEO). Dado el distanciamiento existente entre la izquierda y el movimiento popular, sumado a la todavía transversal presencia de la Concertación en vastos espacios sociales a través de redes clientelistas construidas por más de dos décadas en el poder, se hace muy difícil vaticinar mejores condiciones para la emergencia de una alternativa popular.

Si los movimientos de reacomodo que surgieron dentro de la Concertación después del antipopular gobierno de Lagos nos hicieron abrigar esperanzas de un cambio favorable en la estructura de poder, hoy vemos que aquello no ocurrió. El descontento generado en sectores medios por la radicalización neoliberal que se expresó en distintas movilizaciones sociales (estudiantes secundarios, subcontratistas del cobre, trabajadores forestales, etc.), en lugar de procesarse políticamente se desactivó, tanto desde la izquierda como desde la Concertación. El descontento surgido frente al fracaso de las promesas de movilidad social y crecimiento con igualdad es hoy conducido con habilidad por una derecha desde el discurso del emprendimiento y el esfuerzo individual. Ejemplo de ello es que de nada le sirvió a Eduardo Frei enarbolar un discurso centrado en la protección social y el crecimiento del Estado.

La candidatura de Enríquez-Ominami se articuló justamente desde ese descontento incubado en sectores medios y populares, pero lo administró con pequeñez, acumulando para una maniobra política de acomodo y negociación “por dentro”. Como producto de esta iniciativa, que a pesar de su artificialidad resultó determinante en la coyuntura política inmediata, el debate se encuentra hoy secuestrado por polémicas procedimentales y absurdos como la necesidad del “recambio generacional” y otros voladeros de luces. A pesar de lo presentado por los medios de comunicación (principales creadores de la candidatura de MEO), esta iniciativa no redundó en mayor participación social, de hecho, no movilizó a movimiento social alguno y nunca había concurrido tan poca gente a las urnas en una elección presidencial de la post-dictadura.

II. Nuevas condiciones de lucha para el movimiento estudiantil

Desde el gobierno de Lagos que en el ámbito de la educación está en curso una ofensiva neoliberal caracterizada por un proceso de reajuste y corrección de su tendencia al agotamiento. Si durante los ’90 y la primera mitad de la presente década nos enfrentamos a un proceso de frontal mercantilización, cuyas bases había inaugurado la dictadura, hoy nos enfrentamos a un proceso de profundización que busca reactivar el dinamismo de la educación como mercado, instalando nuevas formas de apertura al capital financiero, de subordinación a los requerimientos de rápida rentabilización de las empresas y de creación de fuerza de trabajo ad-hoc a un modelo que exige flexibilidad y especialización.

Pocos son los cambios que el ascenso de la derecha traerá consigo en materia de educación y ninguno de ellos, por supuesto, será sustantivo. Los próximos años deberíamos presenciar, sin embargo, una aceleración de las reformas que la Concertación puso en marcha y una mayor agresividad a la hora de implementarlas. Sabemos que una de las prioridades tiene que ver con modificar la carrera docente y que ello redundará en un régimen de sobreexplotación del profesorado y de precarización del trabajo docente. Sabemos también que con la LOCE y la ley de Fortalecimiento de la Educación Pública ya vigentes, el gobierno se centrará en aumentar el rendimiento escolar en las pruebas estandarizadas de medición de la calidad. Pero no sabemos con igual nitidez en qué consistirá concretamente la ofensiva en el ámbito de la Educación Superior.

Entre los elementos que sí se prevén figuran una reforma a la institucionalidad para acabar con el trato preferente que el Estado da a las universidades del CRUCH, sobreponiéndose así a la distinción público-privado para reactivar el crecimiento de las instituciones privadas de Educación Superior. Y por otro, un más que seguro intento por modificar la relación del Estado con sus universidades, promoviendo una modernización de su gestión, profundización del autofinanciamiento y formas de gobierno corporativo-empresariales.

Todo esto encuentra al movimiento estudiantil desarticulado, sin que los estudiantes secundarios hayan podido proyectar como aprendizaje político la movilización de 2006, al ser desactivados por la Concertación, y con un movimiento estudiantil universitario estático, conducido principalmente por la familia PC-PS, conducción de marcado carácter cortesano y desmovilizador, que más que jugársela por la construcción de un movimiento amplio, con capacidad de movilización, ha preferido un acercamiento a los rectores del CRUCH, con tal de conseguir tímidos maquillajes para un cadáver en evidente estado de putrefacción.

Con el ascenso de la derecha al poder formal, sin embargo, el movimiento estudiantil vivirá transformaciones importantes en su comportamiento, ya que al ser un movimiento conservador y con escasos niveles de politización, responde fácilmente a la agitación del tipo “todos contra la derecha”. La fuerzas políticas que conducen las principales federaciones, además (unas JJCC sumadas hace un año a la campaña de Frei y unas JS en disputa interna justamente por prácticas políticas que estiman causantes de la derrota electoral frente a la derecha), ya han venido ensayando este tipo de convocatoria bajo la demonización de la derecha. La militancia PC y PS se sentirá llamada a construir la oposición al gobierno de Piñera, y para conseguirlo no dudarán en utilizar la organización social de manera utilitaria para dotarse de la fuerza necesaria como actores políticos (en la más pura de las tradiciones de la izquierda chilena).

Se nos plantean así una serie de interrogantes nuevas y la necesidad de reelaborar muchas de las tesis que animaron nuestras construcciones sociales locales. La cerrazón del escenario político nos demostró la insuficiencia de la táctica autonomista de los “bastiones referenciales de masas”. Las formas de poder dual en los trabajos de base pocas veces nos permitieron perfilar conflictos hacia el poder político, y qué decir de su nula capacidad de sumar para la emergencia política de nuestra corriente y la contención de los embates de la profundización capitalista en las bases de la sociedad. Para la incidencia en el proceso político en curso, la sumatoria de experiencias locales, sectoriales y/o territoriales no será suficiente. Abandonarlas jamás será una alternativa, sobre todo ahora que los destacamentos políticos del bando derrotado en las últimas elecciones retrocederán a los espacios sociales de base para dotarse de la fuerza y la legitimidad perdida.

Derrotada la Concertación y afectada por una pérdida de legitimidad que a nivel estudiantil le costará recobrar en un tiempo, con la izquierda social desorientada y el PC en una posición ventajosa, la “unidad de la izquierda” será el cemento con el cual el bando derrotado intentará rearticular una fuerza que le permita recuperar el poder.

¿Qué haremos como estudiantes autónomos desde las actuales condiciones de lucha, frente a la nueva iniciativa política de la elite?, ¿cómo responder desde nuestros espacios a la convocatoria oportunista de “unir a la izquierda”?

¿Permaneceremos ajenos a esta disputa, bajo ese afán tan cuestionable y despolitazado que nos ha llevado a desmarcarnos de la pugna izquierda-derecha?

¿Cómo aprovechar el desorden de los partidos del bando liberal-progresista, sus intestinas pugnas internas, el triste espectáculo en el que se sumergen sus cúpulas, para proyectar una nueva forma de hacer política, radicalmente nueva en cuanto a prácticas, pero sobre todo de incontenible vocación popular?

Izquierda Autónoma
Enero, 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario